En la entrada anterior quedaban abiertos varios temas a raíz de la reflexión sobre el hecho de que en muchos países europeos esté cundiendo la tendencia de establecer como delito el uso del pañuelo musulmán en espacios públicos. Uno de esos temas es la arrogancia con que Europa ha tratado y sigue tratando a Estados, países y culturas que considera menos evolucionados, menos civilizados, más primitivas.
En ese modelo político europeo de recibir al trabajador de afuera llamado "integración" (nombre equívoco donde los haya) se transparenta esa actitud con la que los europeos llevan ya siglos tratando a otros pueblos. Veo la misma actitud "evangelizadora" con la que en otros tiempos se iba a América, a Africa, a Asia, a Oceanía. El clero iba "salvando" almas y los comerciantes saqueando tierras, pueblos y riquezas. Con una mano salvando, con otra destruyendo. Así que, de verdad se lo digo, ¿quién se cree hoy en día, todavía, después de todo lo que hemos visto ese sincero afán de salvar a la mujer que lleva el velo? Que no, que es más ración de lo mismo : DOMINACION, afán de desprestigiar una cultura, denostarla, no aceptarla, ridiculizarla.
Tal vez ya va siendo hora de transformar esas actitudes y esa arrogancia con la que miramos en Europa a los demás. No sé cómo vamos a ir haciéndolo, me refiero a ir aprendiendo a respetar, pero no creo que vaya a ser posible a través de la legislación; más bien será una transformación paulatina de la conciencia en los individuos y de la mentalidad colectiva. Será una toma de conciencia de que las sociedades, cualquier sociedad siempre intenta inculcar en sus integrantes una forma de pensamiento: un pensamiento único (con variantes, eso sí, que dan apariencia de pluralidad ideológica) y que hasta que el individuo no toma conciencia de este hecho, no puede tolerar sino de mala gana otras formas de pensar, de ver la vida, otras costumbres, otras creencias. Será un progresivo irse dando cuenta de que las ideologías que sostiene un Estado, a través, por ejemplo de sus leyes, son ideologías al servicio del poder económico, por lo tanto cada vez creeremos menos y sospecharemos más. No se nos engañará así tan fácilmente, como a los "tontos de caravaña" y las paradojas del sistema quedarán desenmascaradas "sobre la marcha". Cada vez será menos posible que , enarbolando la bandera de "feminismo" , nos traguemos cualquier cosa.