Usamos habitualmente la palabra libertad con diferentes acepciones. A veces hablamos de libertad en el sentido físico, político, económico... o hablamos de "ser libre de" o de "ser libre para". De la misma manera usamos la palabra libertad para hablar de una "libertad psicológica", que nos llega cuando nos damos cuenta de que la mayoría de las creencias, ideas y puntos de vista en los que estamos nos han sido impuestos por la sociedad, etc. Sin olvidarnos de que la mayoría de las veces hacemos del concepto libertad un sinónimo de licencia total.
Sin embargo la forma suprema de libertad, la más rara, la más arriesgada, la más temida porque va a darte la total responsabilidad sobre ti mismo, para ser tu mismo, ese estado al que también llamamos libertad sólo lo alcanzan aquellos que se han dado cuenta de todos los juegos que nos atrapan.
Son libres porque se han hecho conscientes de que ni el pasado ni el futuro existen.
Se han liberado de las emociones y los pensamientos, porque han visto que éstos no tienen más sustancia que fantasmas de humo.
Son libres , ya que han comprendido las ilusiones a las que nos conduce el lenguaje.
Se liberan de los miedos y del miedo supremo: el miedo a la muerte.
Se han liberado de las dependencias que creamos con los que nos rodean, y ya no juegan a esclavizar ni a dominar o ser dominado.
Se han hecho libres de las cosas materiales, de la adicción al prestigio, a la autoimportancia y a la seguridad, del hábito de sufrir y dramatizar.
Se han quedado bailando en la existencia, sin tocar fondo, sin aferrarse a nada, se han convertido en seres conscientes, en seres humanos.